Se Acaba el Año del Bicentenario ¿Fue Malo?, ¿Fue Bueno? El Centenario Tampoco Fue Mejor

Se supone que el año 2100, las futuras autoridades descubrirán el lugar donde se enterró la Cápsula del Bicentenario y, junto con sacar desde su interior fotos del terremoto de febrero, de los “33”, réplicas de Condorito, del indio “pícaro”, semillas de copihue y camisetas de los clubes más populares del futbol chileno, con lo cual los “curiosos del mañana” lograrán hacerse una imagen práctica de lo que sucedía en nuestro país en este año 2010. Se supone.

Los sociólogos de entonces, se devanarán los sesos tratando de interpretar tanta tontera que se guardó en ese ingenio, que luce flamante en la imagen. Mundo de la Construcción hace, en esta breve nota, sino una comparación, al menos un comentario de algunos hechos que avalan el mito de que los centenarios no pasan inadvertidos en nuestro país. Porque en 1910 las cosas no estaban bien en Chile. Había una crisis social y económica que no permitían demostrar un carácter alegre o festivo a la mayoría de los ciudadanos de la época. Pese a ello, el gobierno se las arregló para dejar, como testimonio y legado a las futuras generaciones, algunas obras que aún perduran.

En efecto, este año la mayoría de las iniciativas (y los recursos) destinadas a homenajear al bicentenario, tuvieron que dar paso a las obras de reconstrucción, de las zonas amagadas por el terremoto y tsunami de febrero. Lo rescatable al final fue, la ya mencionada capsula y la gran bandera chilena que se instaló en plena Alameda del Libertador B. O’Higgins, en Santiago, obviamente. Las regiones, hoy, como hace 100 años, solo miran las “ideas brillantes” que se materializan en la Capital.

Hay que reconocer eso si que, pese a la crisis de 1910, para celebrar el Centenario, se logró al menos ejecutar algunas obras de alto impacto urbano: la estación Mapocho y el palacio de Bellas Artes, ambas que perduran pese a todo lo que hemos hecho por destruirlas y descuidarlas. Pero eso no fue todo, ese mismo año, Chile vivió una extraña situación, derivada del fallecimiento del Presidente de la República, don Manuel Montt y de su sucesor, don Elías Fernández Albano, todo en menos de un mes, entre agosto y septiembre de ese año, debiendo finalmente asumir don Emiliano Figueroa Larrain, que si bien no se hizo cargo de la primera magistratura, fue designado por la Comisión de Personalidades creada para resolver tan inesperada situación, en mérito de tratarse el Ministro más antiguo en ejercicio, en la cartera de Justicia e Instrucción Pública.

Al comenzar 1910, una de las primeras tareas de la celebración de los 100 años, fue invitar a delegaciones de países amigos. Fue así como se recibió la visita de representantes de naciones de América y Europa.

También se organizaron actividades culturales, concursos literarios y artísticos, exposiciones de arte y, exhibiciones de los frutos del trabajo industrial y agrícola chileno. Con el fin de embellecer la ciudad, se programó la inauguración de distintas obras públicas durante 1910. Entre ellas se cuentan la Estación Mapocho y el Palacio de Bellas Artes.

Tanto el Palacio de Bellas Artes, inaugurado el 21 de septiembre de 1910, como la Estación Mapocho, fueron obras del arquitecto Emilio Jécquier, con estudios en Francia, donde recibió las enseñanzas de su colega francés Gustavo Eiffel.

El terreno sobre el que se levanta el Palacio de Bellas Artes forma parte del Parque Forestal y es un espacio surgido gracias a los trabajos de canalización del río Mapocho, desarrollados en 1888.

El Chile del Centenario

En el año 1910 el país tenía una población de 3.249.279 habitantes, el 10% vivía en Santiago, esto es, alrededor de 325.000 personas. La esperanza de vida solo llegaba a 31,5 años y el territorio estaba dividido en 23 provincias, a las que se sumaba Magallanes. En cuanto al estado de la economía nacional, el país pasaba por una crisis causada por los gastos en las obras de reparación que hubo que llevar a cabo en Valparaíso tras el devastador terremoto de 1906 que afectó la zona central. Al mismo tiempo, existían deudas fiscales que generaban un importante déficit en las finanzas del país, lo que a su vez generó numerosas críticas de la ciudadanía ante los gastos incurridos por el fisco para celebrar el centenario.

Hoy, con una población cercana a los 17 millones de habitantes, Santiago congrega cerca del 45% de la población, con todos los problemas que tal cifra de personas ocasiona. Tampoco este Bicentenario ha estado ajeno a las malas noticias, por lo que los futuros conciudadanos deberán estar prevenidos a la hora de celebrar el Tricentenario. MC.

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