Construcción 2012

Auspicioso se anticipa el año 2012 para la construcción. Todos los indicadores en ascenso constante, lo cual tiene, como todo en la vida, dos caras. Por un lado, el crecimiento de la economía es fuertemente impulsado por los nuevos proyectos y por los que están en cartera. Por otra parte, la demanda de recursos técnicos y humanos, no siempre es oportunamente abastecida por la oferta local. No siempre es posible lograr equilibrar ambas ecuaciones, lo cual obliga a enfrentar este desafío con una perspectiva innovadora.

Basta recorrer las ciudades cabeceras de regiones para comprobar que cada semana se inician nuevas obras, de todo tipo. Copiapó, Antofagasta, Iquique, La Serena, Viña del Mar, Concepción, Temuco, Punta Arenas y qué decir de Santiago, marcan la pauta en materia de nuevas construcciones. Hasta la apacible ciudad de Castro ha hecho noticia por la edificación de un centro comercial de gran magnitud, que tiene de cabeza a la opinión pública, a los defensores del Patrimonio y, obviamente a los propios habitantes.

Por otro lado, la mayor cantidad de obras ha provocado un fuerte incremento en los precios de los materiales y una explosiva demanda de servicios, subcontratos y mano de obra. Profesionales, mandos medios y trabajadores especializados y sin calificación son requeridos, en cantidades relevantes, para todo tipo de construcciones. Ello ha provocado un fenómeno previsible y típico en tales circunstancias, esto es, muchos abandonan ocupaciones actuales para cambiarse de “camiseta”, en busca de nuevas oportunidades y mejores remuneraciones. Es frecuente escuchar lastimeras reflexiones de los ejecutivos de las empresas constructoras por el intempestivo éxodo de su personal, en todas las categorías, para incorporarse en organizaciones de la competencia. Ya nos referimos en una crónica anterior, al tema ético, que resulta sobrepasado cada vez que uno de nuestros colaboradores nos avisa que dejará lo que estaba realizando con nosotros, de un día para otro. No obstante, la oferta existente no alcanza para cubrir o abastecer la creciente demanda, situación que nos lleva a resucitar antiguos argumentos esgrimidos en anteriores períodos similares: la construcción necesita demasiada mano de obra, que no hay, en consecuencia, es el momento de redescubrir la panacea de la productividad, es decir, la industrialización.

Prefabricar partes y componentes de los edificios, además de señalar que nuestro país ¡por fin!, se toma en serio el problema, nos llevará por el camino de la innovación, con todas las consecuencias favorables que ello implica. Hace algunos días, los medios de comunicación mostraban una proeza china (otra más) al in formar que se habría construido un edificio en altura, en un plazo ridículo, gracias a un diseño tipo mecano, que hizo posible tal hazaña.

Claro que los medios, generalmente superficiales en materias tecnológicas, solo mostraron el proceso de armado, que efectivamente se ejecutó en tiempo record. Lo que no mostraron – ni menos informaron-, fue lo relacionado al complejo proceso previo de diseño, cálculo, prefabricación, integración de piezas y partes, la mixtura estructural acero-hormigón y la capacitación de quienes armaron el complejo, ni siquiera fueron mencionados, proceso en el cual se deben haber invertido importantes recursos económicos, técnicos y tiempo. Lamentablemente no está en nuestro acervo cultural el concepto de productividad, desafío que, de manera cíclica, ha intentado elevar vuelo en nuestro medio, pero que no prospera por razones de tan variada naturaleza, como lo son aspectos políticos y factores económicos, pasando por la equivocada evaluación de los costos asociados a estos modelos de producción tecnificada.

Nuestros jóvenes no ven en las carreras técnicas, de corta duración y alta rentabilidad, caminos probables para su progreso y desarrollo profesional, privilegiando estudiar carreras tendientes a lograr títulos que les proporcionarán “cascos blancos” en las obras, en lugar de aquellos que “solo” les permitirán utilizar los de color “amarillo”, razón por la cual, insistimos, debemos incorporar tecnología a nuestros proyectos, desafío en el que mandantes, proyectistas, constructores y proveedores, deben unificar esfuerzos. También al Estado le asiste un rol protagónico, estimulando la industrialización mediante incentivos insertos en los programas de subsidios, concursos y, nunca fallan, tributarios. Industrializar permite importantes ahorros en recursos, demanda de energía, costos, plazos y mano de obra calificada. Insistir en las viejas e improductivas prácticas solo incrementará los costos y plazos, en desmedro de la calidad, como sabemos todos quienes participamos en este apasionante mundo de la construcción nacional. MC

Recomendamos:

http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lic/alpuche_s_r/capitulo_3.html#

http://www.calibre.cl/

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